Hoy voy a contarles algo que a casi todos nos ha pasado alguna vez, sólo que a mí me vino a suceder en el momento y lugar más inoportuno posible, lo que convirtió toda la historia en una situación desopilante.
Hace bastantes años, iba yo muy oronda calzada con tacos bastante altos, y por alguna razón que desconozco, simplemente uno de ellos se desprendió del zapato, dejándome medio renga. Por supuesto mi agenda era muy apretada, por lo cual no podía volver a casa en ese momento, y la mejor opción que se me ocurrió fue recuperar el taco, y llevarlo de urgencia a alguno de esos negocios que tienen cartelitos que rezan "Compostura de calzado en el acto". Hace algunos años abundaban todavía en el centro de la ciudad.
El problema es que el taco se despidió de mi zapato precisamente en la puerta giratoria del Correo Central, y cuando yo salí de ella, el taquito siguió viaje, dando vueltas y vueltas, mientras yo intentaba recuperarlo.
Háganse una imagen mental de una mujer vestida formalmente, con una cartera colgada de un hombro y un maletín en la mano, acechando un taco que giraba sin cesar. Cada vez que yo tenía el compartimiento de la puerta con mi taco justo frente a mí, y me abalanzaba para recuperarlo, alguien entraba o salía y el taco volvía a huir de mí.
Me alejaba yo de la calesita, esperaba para intentar entrar otra vez a recuperar lo que legítimamente me pertenecía, y ¡zás! empezaba de nuevo la misma historia.
Esto se produjo por un rato lo suficientemente largo como para que muchos empezáramos a reírnos alocadamente, haciendo toda la situación más desopilante.
El chiste terminó cuando uno de los ingresantes, alertado por las carcajadas se dio cuenta de lo que estaba pasando, y giró algunos grados como para colocar el taco frente a mí, y detenerse hasta que pude recuperarlo.
El mejor de los corolarios es que después terminamos generando una amistad que duró muchos años, porque casualmente se trataba de un ingeniero al que poco tiempo después encontré en el bar de la Facultad, donde yo trabajaba y él estaba asistiendo a una charla de otro Departamento. Por supuesto, fue vernos, recordar la anécdota, presentarnos formalmente y reírnos otra vez, con una complicidad que se hizo habitual entre nosotros.
Supongo que si alguna vez lee este post, recordará todo lo que cuento aquí.
Les dejo un abrazo hasta el próximo sábado, y si es posible, espérenme con la noticia de que le dieron hogar a un perrito o gatito de la calle, ¿les gusta la idea? Graciela.
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